lunes, 20 de enero de 2014

Pequeñas almas llenas de melodías e ilusión

Pequeña violinista abrazando a su violín. Pero... ¿Realmente es un amor sincero?
La infancia. Para muchos niños es la mejor etapa.
Aún recuerdo cuando la viví. Aunque probablemente la siga viviendo (cosa que no descarto en absoluto), si que fue algo diferente a la de el resto de mis compañeros.

Yo empecé a tocar el violín a los 5 añitos. Años atrás ya tenía mucho interés en la música: pedía a mis padres que me pusieran canciones, las tarareaba o cuando paseábamos y encontrábamos a músicos callejeros me quedaba atontado viéndolos como tocaban.
Mientras todos los niños estaban jugando en el parque o comentaban cosas y canciones de ese momento, (yo no me enteraba mucho) yo tenía que estar fastidiado practicando un instrumento de madera al que, tras sacar de el chillidos, le estaba cogiendo mucho asco.

Nunca se me han dado bien las actividades deportivas, pero lo que un niño desea a esa edad es estar en el parque, en la calle. Mancharse las manos, la ropa. Jugar con la pelota, perseguirse, al escondite o a la comba. Y yo no era un virtuoso que me tiraba 3 horas diarias practicando.

Los padres siempre quieren lo mejor para sus hijos, como es lógico y normal. Pero para conseguir lo mejor para sus hijos se necesita esfuerzo, trabajo, dedicación y sobre todo ganas. De siempre es sabido que hay algunos padres que quieren que sus hijos sean lo que ellos nunca han llegado a ser. Pero, ¿Dónde está el  límite establecido en el cual estamos disponiendo de la vida de un niño indefenso? He visto casos muy tristes en los que el nivel de presión al que muchos chicos\as han sido sometidos los han cambiado el comportamiento, han odiado esa actividad e incluso se han rebelado a sus padres.
No se puede imponer nada a nadie. En todo caso imponernos a nosotros mismos
La música no se impone. La música se disfruta, se refleja en cada personalidad. Y lo que un niño necesita es aprender el solo a descubrirla. Aprender a sentirla. Experimentar con ella. Por eso muchas veces he alabado la función pedagógica de las escuelas públicas de música. No presionan al crío, sino que lo estimulan para que siga avanzando en su aprendizaje y durante su crecimiento ir dotándolo de conocimientos más específicos tales como el lenguaje musical o las posiciones (digitación) de un instrumentos.

Dar rienda suelta a la imaginación es una de las cosas más maravillosas y que yo, personalmente, echo en falta en el sistema educativo actual. Motivar a los niños con obras y melodías e inculcando valores humanos contribuyen al interés de una asignatura. 
Recuerdo una entrevista que una reportera le hizo a Ara Malikian. Le preguntó que si el tuviera un hijo quisiera que fuera violinista, a lo que Ara amablemente respondió: Si tengo un hijo quiero que haga lo que quiera. Que se dedique a lo que quiere. Yo no le voy a obligar a hacer algo que no le gusta" (algo así, no es exacto)

Hay que dejar a los niños que hagan lo que quieran. Que se relacionen. No privarlos de su juventud ni su libertad intentando que sean unas superestrellas para disfrute de unos poco. No martiricemos sus risueñas mentes. Vamos a apoyarlos en todo lo que hagan y dejemos que crezcan libres, que es lo único que no se paga con dinero. Si nos sale músico pues una alegría inmensa y si nos sale hostelero...¡ también!

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